jueves, 27 de abril de 2017

27 de Abril: "La Ciencia y la Vida", de Valentín Fuster y José Luis Sampedro



LA CIENCIA Y LA VIDA,  VALENTÍN FUSTER Y JOSÉ LUIS SAMPEDRO



1. José Luis Sampedro. Obras:

- Obras económicas:

  • Principios prácticos de localización industrial (1957)
  • Realidad económica y análisis estructural (1959)
  • Las fuerzas económicas de nuestro tiempo (1967)
  • Conciencia del subdesarrollo (1973)
  • Inflación: una versión completa (1976)
  • El mercado y la globalización (2002)
  • Los mongoles en Bagdad (2003)
  • Sobre política, mercado y convivencia (2006)
  • Economía humanista. Algo más que cifras (2009)
  • El mercado y nosotros

-  Obras de ficción :

 

-  Otras obras:

  • Escribir es vivir (2005) , libro autobiográfico escrito en colaboración con Olga Lucas
  • La escritura necesaria (2006), ensayo-diálogo sobre su obra novelística y su vida. Edición y diálogo: Gloria Palacios.
  • La ciencia y la vida (2008), diálogo junto al cardiólogo Valentín Fuster en colaboración con Olga Lucas
  • Reacciona (2011
 
"Tenemos el deber de vivir la vida, de ser lo más que podamos en compañía de los demás, porque solos somos muy poca cosa". José Luis Sampedro 

2. Valentín Fuster.

Valentín Fuster es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona. En los años setenta se trasladó a los EE. UU. Desde 1994 trabaja en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York. Recientemente ha sido nombrado director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid. Su labor investigadora abarca múltiples temas relacionados con el funcionamiento del corazón. Ha publicado más de 400 artículos sobre afecciones de la arteria coronaria, arterioesclerosis y trombosis. En el plano divulgativo, mantiene un gran interés por ayudar a la difusión de la ciencia en España.

En 2006 Valentín Fuster fue nombrado presidente de la Asociación Mundial de Cardiología. Es editor, junto con Ira S. Nash, de libros sobre cardiología: The Heart y Atherothrombosis and Coronary Artery Disease. En 1996 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación y Científica y Técnica. Es doctor honoris causa por varias universidades a nivel internacional. Recientemente, fue elegido científico distinguido de la Asociación Estadounidense del Corazón, un mérito concedido solamente a 15 científicos por su trabajo en investigación cardiovascular.

Algunas de sus obras :

  • La ciencia de la salud - Mis consejos para una vida sana, con la colaboración de Josep Corbella. Ed. Planeta, 2006
  • La ciencia y la vida - Valentín Fuster y José Luis Sampedro, con Olga Lucas. Ed. Plaza & Janés, 2008
  • Corazón y Mente: Claves del Bienestar Físico y Mental - Valentín Fuster y Luis Rojas Marcos. Ed. Planeta, 2008
  • La cocina de la salud- Valentín Fuster, Ferrán Adriá y Josep Corbella. Ed. Planeta, 2010
  • El círculo de la motivación - Valentín Fuster. Ed. Planeta, 2013

3. Algunas reseñas de este libro:

 - EL CULTURAL:

La ciencia y la vida

Valentín Fuster y José Luis Sampedro

Plaza & Janés. Barcelona, 2008. 252 páginas, 18 euros
JOSÉ JAVIER ETAYO | 29/05/2008 |  

Encuentro entre dos grandes figuras de la cultura española: José Luis Sampedro, economista, escritor y académico de la Española, y Valentín Fuster, cardiólogo, premio Príncipe de Asturias, al que el primero debe la curación en un momento crítico para su salud. Se reúnen durante unos días en el parador de Cardona “para charlar”, y no de cualquier manera: van construyendo una especie de guión sobre temas de educación, cultura, transmisión del saber, sobre el que vuelcan sus opiniones respectivas, coincidentes muchas veces, ilustrativas las de uno para el otro, con diferencias de enfoque también, pero siempre respetuosas, como de dos hombres que han meditado largamente sus ideas y las contrastan ahora con exquisita finura y mutua admiración. Olga Lucas ha ejercido de secretaria levantando actas de aquellas conversaciones y elaborando así la redacción del libro. Quien lo lea va a encontrar un texto de alto nivel intelectual, verdadero modelo de “tertulia”, en la que dos sabios de diferente formación científica discuten desde su conocimientos temas centrales del hombre. El lector podrá disentir de uno u otro colocutor, como a veces lo hacen ellos entre sí, pero sin duda apreciará y agradecerá esa lección de claridad y elegancia.

De ese modo han respondido Fuster y Sampedro a la petición que les habían hecho amigos y admiradores para hablar de lo que sea, “de la salud, de la enfermedad, de la vida y de la muerte, del ser humano como ser biológico y como ser social, del mundo en que vivimos, de lo que quieran y sepan, pero que hablen”. Y hablan y no es fácil, pese a su bien organizada charla, ordenar y sintetizar sus comentarios; sólo espigar aquí y allá entre ellos. Defienden la libertad pero la libertad interior, no la siempre condicionada de hacer lo que a uno le dé la gana. Establecen las tres premisas de la felicidad, aunque este término no les gusta y prefieren el de satisfacción íntima o bienestar, que son, saber quién eres e invertir en tu talento, cumplir tu deber con dignidad y aportar algo a la sociedad. El médico dicta tres recomendaciones para el enfermo: relajación, ejercicio físico y reflexión. Y ambos señalan tres vicios que nacen de la soledad: egoísmo, egocentrismo y envidia. Esa soledad que se percibe acentuada hoy al encerrarse cada uno con su ordenador, con el cual no puede lograrse una sana comunicación. 

Especial interés ponen en los aspectos cognitivos cerebrales que en general conocemos bastante pero hay uno que se nos escapa todavía, el relacionado con el arte, la espiritualidad, el orden moral, el humanismo, justamente lo que diferencia al hombre del animal. Incluso debaten si hay una finalidad en la vida: para Fuster sí, no para Sampedro.



Muy pobre es esta pequeña selección de lo que entre ellos tratan. Estas y otras cuestiones son desarrolladas con gran brillantez, con abundancia de ejemplos y anécdotas, casi siempre sacados de su experiencia profesional, dejando al lector paladear las fintas de un torneo entre dos personalidades distintas pero unidas por la amistad y el saber.


- EL MUNDO, Elena Pita


Dos intelectos en busca de la fórmula para ser feliz
 
Sampedro vs. Fuster

Se conocieron en una camilla de hospital: José Luis Sampedro sufría una infección cardiovascular y Valentín Fuster, director del Instituto de Cardiología del Monte Sinaí (Nueva York), le salvó la vida. Fue el principio de una amistad que ha propiciado el libro 'La ciencia y la vida', en torno a los males de hoy y sus posibles terapias.
De ello conversan.
 
"¡Es que somos iguales! Te lo vuelvo a decir, Valentín". "Sí, somos iguales en lo fundamental". Así se presentan esta mañana, tras su apariencia tan dispar, el escritor José Luis Sampedro y el doctor Valentín Fuster en el despacho que éste ocupa un día a la semana en el Instituto Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, del que es asesor. Uno de ellos divide su vida entre ambas orillas del Atlántico: ahora está en Madrid, pero en un rato vuela a Barcelona para regresar de noche y mañana salir hacia Nueva York; se maneja tenso pero correcto, atento a las noticias en su portátil, al sonido de su celular, no sé cuántos pacientes con la vida pendiente de un hilo, un pie aquí y otro allá siempre. Es el doctor Fuster de Carulla (Barcelona, ?943) director del Instituto de Cardiología del Hospital Monte Sinaí en Nueva York.

Su par es José Luis Sampedro: catedrático de Economía y Ética, asesor en tiempos del Banco Exterior, escritor y académico de la Lengua, es esencialmente un pensador que escribe novelas. Nacido también en Barcelona (1917), pero casualmente, tiene también un pie aquí y otro allá, porque dice que se va ya; lo dice siempre, y lleva unos 15 libros escritos desde su jubilación: en ello sigue a día de hoy.

Se han reunido en torno a un libro de preguntas sobre la ciencia y la salud, el humanismo y el saber (La ciencia y la vida, editorial Plaza y Janés): ¿Existe solución a la amenaza de infarto que acecha a la sociedad? "Ellos sólo reflexionan, porque dar respuesta sería demasiado pretencioso", y quien lo cuenta es Olga Lucas, esposa de Sampedro, escritora a su vez, poeta y transcriptora de sus conversaciones, testigo de cargo de una amistad que nació cuando el doctor (católico) le salvó la vida al literato (agnóstico), afectado de una infección cardiovascular e ingresado en el Hospital Monte Sinaí, año 1995.



P.¿El músculo del corazón tiene mucho que ver con los sentimientos?, ¿más incluso de lo que el tópico anuncia?
R.Valentín Fuster (V.F.): no, cuando uno se emociona siente una palpitación del corazón; pero no, el corazón no alberga ningún sentimiento.
José Luis Sampedro (J.L.S.): los griegos creían que los sentimientos estaban en el hígado.
P. En cambio su amistad sí arranca de una afección cardiaca.
J.L.S. La enfermedad fue circunstancial, la amistad surgió por la química que se produjo entre nosotros. Lo he contado muchas veces: su aparición fue arcangélica, y yo no podía dejar de impresionarme.
V.F. La amistad no se genera por un hecho concreto, ni siquiera en momentos duros como los que él vivió. El hecho es un generador, pero no la causa de la amistad: yo disfruto hablando con José Luis, es un hombre vital, genuino, sincero, y es un intelectual que me atrae muchísimo. Los sentimientos no duran demasiado a no ser que algo más los mantenga.
P. Háblenme de ese "infarto social" que tanto les preocupa. ¿Qué es?, ¿qué designa?
J.L.S. Es una metáfora, y se lo contaré con una imagen breve: si usted ahora se lanza por una calle de Madrid, encontrará coches aparcados en doble fila a uno y otro lado anulando el tránsito; bueno, pues eso es como el colesterol de las venas: ¿Quiere más infarto? Pues bien, está la tensión con la que se vive, la velocidad, la presión bajo la que se trabaja, etcétera.
V.F. El infarto, desde el punto de vista médico, consiste en que el corazón no da más de sí porque las arterias están ocluidas. Una sociedad tan consumista, que funciona a esta alta velocidad, está en peligro de infarto y nosotros nos preguntamos cuál es la solución.
P. Sí, pero no dan respuesta. Otro de los factores de esta tensión es a su juicio el miedo, ¿qué es lo que tanto tememos?
V.F. Nos referimos a nuestro propio miedo, nuestra ansiedad frente al futuro: ¿A dónde va todo esto? ¿No es verdad, José Luis?
J.L.S. Lo que transmitimos es la inseguridad de la sociedad: económica y política, fundamentalmente. Mire, Estados Unidos, el país más potente de la Tierra, se repliega ante un enemigo invisible, levanta murallas alrededor. Y ¿qué es esto sino miedo?
P. Están ustedes de acuerdo en que el curso de la Historia no tiene vuelta atrás, entre otras cosas porque, según mantienen, vivimos en una sociedad sin memoria, una sociedad, además, paradójicamente incomunicada por el abuso de los medios de comunicación. ¿Será en la filosofía oriental donde reencontraremos el equilibrio, la supervivencia emocional?
V.F. Los dos estamos de acuerdo en que ha de haber una solución. Desde el punto de vista médico, estas sociedades orientales tienen una actitud mucho más reflexiva ante la vida, de mayor meditación, incomparablemente más positiva. Y esto tiene un impacto indudable en la ansiedad que vive el individuo hoy. Pero creo que José Luis lo ve, en cambio, desde un punto de vista sociológico, ¿verdad?
J.L.S. Yo lo que veo es que vivimos en una sociedad esencialmente predatoria que siempre quiere más y en un mundo limitado como el nuestro esto tiene que tener un final: forzando el sistema, en nuestro afán por explotar el mundo, destruimos el medio, ya lo estamos viendo. Entonces, estas sociedades orientales que mencionamos son justamente lo contrario. En lugar de dominar y transformar el mundo lo que hacen es asimilarse y adaptarse, hacerse parte de él y fluir en él, como el agua. Ahora, yo dudo mucho que este pensamiento oriental pueda corregir la inercia de Occidente, que tiene una productividad enorme que no puede negar a las masas famélicas que sí hay en Oriente. Yo no creo que la solución sea orientalizarnos, sino que vendrá a través de la limitación natural, que obligará a reflexionar y a buscar otras formas de organización social y explotación de los bienes de la Tierra. Mire, ahora mismo ya se está estudiando cómo administrar mejor el agua y el aire, algo que hace 50 años era innecesario, porque se trataba de recursos abundantes que se multiplicaban



V.F. ¿No crees, como economista, que puede ser precisamente la presión económica la que nos haga cambiar?, ¿que desde un mundo de consumo lleguemos a la limitación?
J.L.S. Eso es precisamente lo que estoy pensando. El petróleo, por ejemplo: si seguimos empleando el cereal para transformarlo en biocarburantes, acabaremos con la ganadería y la agricultura. Entonces, ¿qué comerá el planeta? En dos meses hemos pasado de una crisis petrolera a una agrícola, y esto obligará a organizarse de otra manera.
V.F. Es interesante tu concepto, en realidad es una solución: llegar a la limitación. Tal vez ahí esté la clave para que esto pueda seguir adelante.
J.L.S. El sistema en que vivimos es ya irracional. La competencia provoca nuevos bienes y necesidades, pero al mismo tiempo supone un derroche tremendo: innovar es bueno cuando se consiguen ventajas, pero si simplemente consiste en inventar una nueva generación de teléfonos que anula la anterior, perfectamente útil aún, se llega al despilfarro y a la acumulación de residuos. ¿Usted puede creer que del sur de Italia salgan trenes cargados de basura, que cruzan Europa hasta Suiza para allí regenerarla? Vivimos rodeados de irracionalidad.
P. Muchos creen que quienes dirigen la economía global han decidido ya quién sobrevivirá a este reajuste al que ustedes aluden, que la limitación hará desaparecer esas masas famélicas que también mencionan.
J.L.S. Pues que lo crean, yo no.
V.F. Yo no creo que lleguemos al punto de tener que descartar parte de la sociedad, sino todo lo contrario. Y lo observo ya en la sanidad pública, que camina hacia la igualdad, aunque aún estemos lejos. No creo que se llegue a una selección, sino a una redistribución.
P. ¡Cuánto optimismo!
V.F.- Más que optimistas, es que queremos encontrar soluciones al problema.
P. ¿Fue éste el motivo que les movió a publicar sus conversaciones en un libro?
J.L.S. No, el asunto fue parar y reflexionar, invitar a la racionalidad, abrir los ojos a la barbarie.
P. La primera premisa para la felicidad que establecen en el libro es dominarse a uno mismo para poder dominar el entorno, pero resulta que hoy el mundo domina al individuo y ésta es la principal causa de su estrés: ¿Qué cura o qué prevención recetarían frente a esta angustia?
V.F. Médicamente, la lucha contra el estrés sólo puede conducirse a base de establecer prioridades, lo cual implica en primer lugar una reflexión sobre las propias capacidades. Luego hay que explorar el propio talento para aprender a invertirlo. Lo tercero sería transmitir a la sociedad la parte positiva que uno tiene: dar más que recibir es esencial para la autorrealización. Y por último, en esta terapéutica, estaría la educación. Yo a esto le llamo las cuatro "T": tiempo (para reflexionar), talento (que hay que descubrir), transmitir (positividad) y (dar) tutoría.
J.L.S. Lo suscribo enteramente. Esta es la idea de un educador y yo lo he sido durante mucho tiempo.
V.F. También es la primera lección que yo doy a mis alumnos de Medicina, indistintamente del grado que cursen, porque imparto en diferentes cursos.
P. ¿Qué hay de la ética del deber y el sentido de la responsabilidad, que hoy parecen conceptos desfasados?
J.L.S. Es fundamental, pero hoy a la juventud se le habla continuamente de sus derechos y se le dice muy poco de sus deberes.
P. ¿No estaremos con esto propiciando una generación de infelices?
J.L.S. Huy, yo creo que sí, porque frecuentemente se proponen lo que no pueden llegar a ser: esperan alcanzar lo más alto y si resulta que sólo llegan a ser empleados de segunda, se encuentran perdidos.
V.F. Ésta es una realidad crucial y muy preocupante, porque se está entrando, aquí sí, en una selección. Están los emprendedores y, luego, los que terminan la carrera y te dicen que necesitan viajar un año para airearse, porque están cansados. Bueno, si yo le hubiera dicho algo semejante a mi padre... no sé qué me hubiera hecho. Este mundo ha llegado a un punto de autojustificación tremendo: no, mira, tú lo que tienes que hacer es ponerte a trabajar ya



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